Groppopol siempre quiso tener una mascota. Sus amigos tienen las suyas y todo parece muy sencillo: una babosa, una garrapata, una araña…
Pero su mamá siempre le decía lo mismo: ¡No!
Gropoppol estaba triste ¿Por qué tenía que ser así su mamá? Por suerte un día a su abuelo se le ocurrió una idea maravillosa.